Siurana
Acercaros a Siurana y descubriréis un pueblecito de cuento que trae consigo el recuerdo de asedios interminables y conquistas imposibles.
Encinglada en un lugar inexpugnable encima del río, hicieron falta los caballeros de cuatro condes para someterla. Su castillo defendía una frontera infranqueable que se extendía del Coll de Balaguer a Tamarit de Gaià. Conquistada en el 1153, después de caer Lleida y Tortosa, fue el último reducto de la reconquista en Catalunya. Si miráis el precipicio que la rodea, descubriréis por qué no fue conquistada durante tres siglos y por qué el final fue tan trágico.
Abdelazia, la reina mora, antes de verse sometida a los cristianos, prefirió tirarse por el imponente acantilado con su caballo. El animal, en su inútil resistencia, dejó marcada en la roca la huella de su herradura por siempre jamás. Con el fin de la reina desapareció el último baluarte sarraceno de Catalunya.
Hoy en día, podemos contemplar un pueblecito encantador de casas y calles empedradas y los restos de la fortaleza sarracena, ubicados en la entrada del pueblo. A sus pies, un pantano de aguas limpias y tranquilas ofrecen la posibilidad de practicar todo tipo de deportes acuáticos.
El edificio más relevante de Siurana es la Iglesia, de estilo románico, que tiene una portada con un tímpano figurado enmarcado por tres arquivoltas de medio punto; éstas descansan sobre seis columnas con capiteles decorados con motivos diversos.
Siurana está rodeada de lugares interesantes y desde el pueblo se puede disfrutar de unas vistas magníficas a la Sierra de Montsant, la Gritella y a las Montañas de Prades.
Destacar Siurana como referencia y destino para los escaladores y excursionistas. Sus legendarios acantilados son reconocidos en todo el mundo por la realización de estas prácticas.